La crisis financiera se agudizó en la última semana y la presión dolarizadora no dará tregua en los cuatro días hábiles que restan hasta las elecciones.
Para los mercados, el dato que más inquieta es si habrá o no ballotage, porque alargaría la agonía. Tras recomendar en el arranque de la semana a los ahorristas que no renueven sus plazos fijos y sugerir que cuanto más suba el tipo de cambio, mejor para sus planes, Javier Milei decidió concentrarse en sus caravanas y no volver a tocar el tema. A través de una carta pública, las cámaras bancarias se habían unido para reclamar “responsabilidad democrática”, en obvia referencia a sus declaraciones. El episodio reflejó la desconfianza que el libertario genera entre los banqueros y los principales empresarios argentinos. Los hombres de negocios le temen a los desconocido. Y no hay duda alguna que Milei lo es. Sin pasado en la política y con unas pocas participaciones en sus dos años como diputado, les resulta imposible determinar cuál será su comportamiento en caso de llegar a la presidencia. Por ahora solo están las promesas de achicar el tamaño del Estado y equilibrar las cuentas públicas, algo que la mayoría de los participantes del sector privado festeja. La propuesta de dolarización, en la que insiste, genera por el momento más incredulidad que otra cosa. Ni él ni sus principales referentes consiguieron explicar aún como procederían. Los detractores consideran que con la escasez de reservas solo sería factible con un sustancial salto cambiario o con algún tipo de restricción sobre los depósitos, como sucedió con el plan Bonex en 1989. En el medio, hubo acusaciones cruzadas de todos los candidatos pero nadie quiso asumir la responsabilidad, como en el juego del Gran Bonete. Sergio Massa acusó de “irresponsable” a Milei y le echó la culpa de la escalada cambiaria. El libertario, a su vez, atacó al kirchnerismo por su la emisión monetaria y el déficit, pero recordando que Juntos por el Cambio hizo lo mismo antes. Y Patricia Bullrich fue por ambos: a Massa, por haber dejado el bosque seco, y a Milei, por prender el fósforo.

¿Habrá segunda vuelta?
Pero lo primero que inquieta a los inversores, como quedó reflejado en distintos informes de bancos y sociedades de Bolsa en los últimos días, es si habrá o no segunda vuelta. No se trata de algo secundario o anecdótico. En caso de un balotaje, ya no habría que transitar solo estos cuatro días, sino que habría un mes más por delante que para la situación que atraviesa la Argentina hoy puede parecer un siglo.
Massa tuvo que dejar un rato de lado la campaña para volver a concentrarse en el dólar. La suba por encima de los $1000 resulta una amenaza no solo para la estabilidad, sino también para sus chances de llegar a una segunda vuelta. Los controles en las cuevas, la nueva suba de tasas y las nuevas reglas que deben cumplir los bancos en materia de tenencia de dólares propios que dispuso a las apuradas el Central fue el resultado de esa preocupación. Pero todo indica que la presión cambiaria no aflojará, sobre todo faltando tan pocos días para las elecciones. Los niveles de incertidumbre están en picos máximos, como no sucedía hace décadas. Tanto por las dudas que existen por el resultado electoral, como por la extrema debilidad de las variables económicas. La inflación ya roza el 140% anual, el Banco Central sigue perdiendo reservas a paso firme y el deterioro de la cadena comercial es cada vez más preocupante. Las empresas prefieren ahorrar en mercadería, en muchos casos solo se aceptan ventas al contado y la importación de insumos claves para la producción se vuelve cada día más difícil.

La tasa de interés
El aumento del rendimiento de los plazos fijos al 133% anual, que en realidad representa un 240% de tasa efectiva, tampoco resultaría suficiente para prevenir la dolarización de portafolios. Sobre todo cuando faltan solo cuatro días hábiles para las elecciones, lo que aumenta la preferencia por mantener máximos niveles de liquidez. Es preferible, en ese sentido, perder algo de tasa en pesos pero ganar margen de maniobra luego de la elección.
Pero tampoco está claro si el proceso termina el domingo o habrá otro mes de espera hasta la segunda vuelta. El resultado ajustado de las PASO sugiere que para ningún candidato es fácil conseguir un triunfo sin recurrir al balotaje. El ganador precisaría como mínimo sacar 40% y diez puntos de diferencia sobre el segundo o llegar al 45 por ciento.
Para Milei, ganador de las primarias, no es fácil conseguirlo, teniendo en cuenta que sacó menos de 30 puntos y escasa diferencia respecto a las otras dos coaliciones electorales. En su entorno, sin embargo, transmiten la expectativa de un resultado contundente y se esperanzan con la posibilidad de quedarse con todo el próximo domingo. El consenso actual del mercado es que sí habría segunda vuelta y que los protagonistas serían el libertario y Sergio Massa. Pero no pueden descartarse otras opciones: que haya un ganador en primera vuelta como también que Patricia Bullrich consiga ingresar al ballotage. Claramente esta última opción es por ahora a la que menos probabilidad asignan los inversores.

El día después
Sin certezas políticas, solo queda imaginar algunos escenarios para la economía del “día después”. Los mercados también aportan algunas pistas. Los futuros de dólar en el Rofex adelantan un fuerte salto del tipo de cambio oficial para fin de año. Si bien la cobertura se ubica a más del 100% de los niveles actuales, las cotizaciones de los bonos sugiere que ese sinceramiento llegaría a no menos del 70 por ciento. Semejante salto del dólar oficial también impactaría en la inflación. De acuerdo al último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) divulgado por el Central, en diciembre y enero el índice podría rondar niveles de 15% mensual. Incluso más alto que el 12,7% de septiembre. Se trata, sin embargo, del escenario “optimista”. El otro es aún mucho más complejo, que llevaría a la economía a una salida desordenada: continua salida de depósitos, una fuerte aceleración del tipo de cambio y riesgo de ir a una hiperinflación. Evitar este escenario de crisis descontrolada quedará en las manos de quien asuma la presidencia y de señales que deberá dar con suma urgencia: un programa de estabilización que permita ir hacia el equilibrio fiscal, bajar la inflación y recuperar el crecimiento, además de la imprescindible unificación cambiaria.

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