Ayer Natalí Spala fue una vez más víctima de la inseguridad rural. En su campo de San Vicente le robaron cerdos, vacas y corderos. Fue tal el desorden en el campo, que hasta se hizo difícil cuantificar los daños ocasionados en las instalaciones y corrales
En la localidad bonaerense de San Vicente, una productora pecuaria se encontró ayer por la mañana con panorama desolador: en pocas horas, en silencio y con total impunidad, le robaron todos sus cerdos, y le rompieron todas sus instalaciones. La pérdida es irreparable previo a la esperada venta para concretar en las próximas fiestas de fin de año. La historia se repite, ya había sufrido un duro golpe antes de concluir el 2020. Hoy vuelve a sufrir, como tantos otros productores, la triste y solitaria inseguridad en el campo. La pérdida resulta millonaria, pero lo peor es el desánimo y quiebre que le produce al alma del productor padecer caída tras caída.
Triste, desolada, con voz quebrada y conteniendo el llanto, Natalí Spala, de 29 años y con una familia dedicada al trabajo rural, comentó a Infobae: “El año pasado para estas fechas me entraron al campo, ahí me llevaron los lechones, y hasta los boyeros. Para este año, dupliqué el esfuerzo y aposté al trabajo. Voy todos los días al campo, y cuando llegué temprano al campo, otra vez me volvieron a robar todo: un centenar de lechones, vacas y ovejas, y hasta las chivas que tenían de mascota mis hijos”.
A Natalí hoy la tristeza la embarga. Solamente cuando mira a sus hijos vuelve a tomar fuerza y a tratar de pensar con claridad frente a este nuevo saqueo, el cual teme que se vuelva impune. Llegó temprano a su campo, como todos los días, hasta los fines de semana. La escena fue desoladora, el silencio lo embargaba todo. Las tranqueras estaban rotas. Las mangas sin movimiento y sangre de los animales por todas partes.
La joven productora es nacida y criada en San Vicente. Todos sus vecinos la conocen y saben del esfuerzo que le pone al trabajo rural. Desde siempre apostó por el campo, más cuando optó por recibirse de Técnica en Producción Agropecuaria y ya con 17 años se anotó como comisionista de hacienda. Hace cinco años alquiló un campo en las “Once Bocas” de San Vicente.
El domingo 12, cuando arrancaba la mañana, llegó al campo y se le quebró el alma cuando vio la cadena fuera de su lugar, y la tranquera partida. Rápido corrió hasta el sector de los cerdos, y el corral de los lechones estaba vacío. Faltaban 99 cerdos. Por la sangre encontrada en el lugar, sobre las maderas, se sabe que tuvieron tiempo hasta de faenar a los animales. Había sangre por todos lados. Dejaron los chanchos grandes y los más rebeldes que no se dejaron agarrar.
Quienes ingresaron a su campo se llevaron sus boyeros solares, y rompieron todos los eléctricos. Se llevaron garrafas y tiraron con todo lo que les estorbaba. También robaron los corderos. Fue tal el desorden, que hasta se hizo difícil cuantificar los daños ocasionados en las instalaciones y corrales.
”A pleno sol, con la familia, tratamos de arreglar todo lo que pudimos. A la tarde, cuando salí del campo, venía sola en la camioneta, y tuve que parar antes de entrar al pueblo, para largarme a llorar. Mientras miraba el camino de tierra, se me vinieron todas las emociones juntas, y tuve que parar para largar la tristeza y el vacío que sentí. No es solo económico, sino el laburo perdido”, se sinceró Natalí.

El apoyo de la gente

La productora también reconoció lo duro que fue el 2020 y todo lo que sucede ahora “termina de devastarnos”. Allí destacó la “gratitud” que tiene para “gente maravillosa” como familiares, amigos, vecinos y productores que no dudaron en apoyarla en las primeras horas tras ocurrido el saqueo de su campo. Al mirar para atrás revisa los meses de alquiler pagados, el sacrificio de ir hasta su campo con barro hasta la ventanilla tras una lluvia, el frío que calaba en los huesos durante el invierno, las heladas duras que propone la Pampa Húmeda.
Y a todo esto, el sacrificio realizado por los hijos y la decisión de progresar y de producir para ser mejor, y sentirse útil. Hoy a esta mujer rural la supera la congoja, y la inmoviliza la falta de seguridad en el ámbito rural donde desarrolla su trabajo diario de lunes a lunes a cielo abierto.
En ese sentido, Natalí le solicitó ayuda a sus pares de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP), y también a las autoridades policiales, a la Justicia nacional y provincial, y al Municipio de San Vicente: “No pueden vender cien lechones como si nada: no hay que dejar que esta gente pueda hacer esto. Me rompo el alma trabajando, y pasan estas cosas”, concluyó.

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