La primera ministra aguarda una respuesta formal del Departamento de Estado antes de anunciar que el Presidente estará en la reunión anual de los países democráticos más poderosos del mundo.Georgia Meoni quiere que Javier Milei participe de la próxima cumbre del G7 que se hará en Borgo Egnazia, un antiguo pueblo orillas del mar Adriático. Pero en el G7 prevalece la opinión de Estados Unidos, que enfrió la relación con Balcarce 50 tras el abrazo del presidente argentino con Donald Trump, adversario republicano de Joseph Biden en los comicios de noviembre. Si la Casa Blanca no baja el pulgar, MIlei compartirá dos días de debate sobre la guerra en Ucrania y la crisis en Medio Oriente junto a los líderes democráticos más influyentes del planeta.
Milei y Meloni tienen afinidad ideológica, y el presidente argentino considera a la premier italiana una referente clave para su agenda geopolítica en Europa. Meloni también apuesta a profundizar los vínculos bilaterales con la administración de La Libertad Avanza, y por eso propone que Milei participe del G7 que sesionará entre el 13 y el 15 de junio en las cercanías de Bari.
El G7 está integrado por Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Francia, Reino Unido e Italia. Los cancilleres del G7 se encontrarán en Capri a mediados de abril y allí resolverán si se avala la invitación informal que ya partió de Roma a la Casa Rosada. En el Palacio Chigi se considera que no habría inconvenientes diplomáticos a la vista, pero en el Departamento de Estado hay desilusión política con Milei.

Antony Blinken llegó a la cumbre del G20 en Río de Janeiro y debía resolver si volaba a New York para participar en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Ucrania, o aterrizaba en Buenos Aires por quince horas para encontrarse con Milei en Balcarce 50.
El secretario de Estado considera a la Argentina un aliado clave en América Latina frente a las posiciones geopolíticas que exhiben Brasil, Colombia y México. A diferencia de Milei, Lula da Silva, Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador se muestran cercanos a China y Rusia, y cuestionan el derecho de defensa de Israel ante el ataque terrorista cometido por Hamas el 7 de octubre de 2023.
En este contexto geopolítico, Blinken optaba por volar a Buenos Aires para ratificar la perspectiva estratégica que tiene la administración de Joseph Biden respecto al gobierno de La Libertad Avanza, en lugar de dirigirse a Manhattan para protagonizar una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero la decisión final del secretario de Estado dependía de una condición sine qua non: Milei debía evitar un contacto, una foto o un comentario sobre Trump durante su exposición en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Blinken no quería aparecer junto a Milei en Balcarce 50 y al otro día observar como el mismo Milei apoyaba a Trump en su carrera presidencial contra Biden.
La respuesta del gobierno a la diplomacia americana fue taxativa. El Presidente sólo haría una exposición técnica en la CPAC y regresaría al otro día a la Argentina. Blinken confió en esa información clasificada y enfiló al Sur en lugar de volar al Norte.
El 23 de febrero, Blinken salió al balcón del general Perón, ratificó el papel que Washington asigna a la Argentina y volvió a su despacho del edificio Harry S. Truman para tratar la situación en Medio Oriente.
Y un día más tarde, antes de cerrar la Conferencia Política de Acción Conservadora, Milei se abrazó con Trump. Y le dijo: “Usted es un gran presidente y espero que gane. Espero verlo otra vez. La próxima vez, como presidente”.
La foto con el candidato republicano que competirá con Biden y la frase del presidente pronosticando su triunfo en noviembre impactaron en el Departamento de Estado y en la Embajada de Estados Unidos en la Argentina.
La administración demócrata está decepcionada con Milei, pero no ejercerá ningún castigo diplomático. Continuará el respaldo a la compra de los aviones para la Fuerza Aérea y no se suspendió la visita oficial de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos. Washington valora la posición presidencial sobre Ucrania e Israel, y su condena a los regímenes de Irán, Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Desde esta perspectiva, la Casa Blanca enfrió la posibilidad de una visita oficial de Milei a Biden. Pero no habría objeciones a su participación en el G7, que organiza Meloni en el pueblo marítimo de Borgo Egnazia. Tampoco se aguardan trabas diplomáticas en los gobiernos de Alemania, Japón, Canadá, Francia y el Reino Unido.
En Washington consideran que el Presidente hizo una apuesta política equivocada y que el tiempo les dará la razón. “Esperemos que Milei llame a Joe (por Biden) cuando se conozcan los resultados de los comicios de noviembre”, acicateó un funcionario que vive sus días y parte de sus noches en el Ala Oeste.
Si Washington finalmente no saca bolilla negra, Milei vuela en junio hacia Europa para hilvanar una gira que incluiría la cumbre del G7 de Italia, dos ceremonias para recibir premios académicos en Madrid y Hamburgo, encuentros oficiales con Emmanuel Macron y Olaf Scholz en París y Berlín, y un cónclave en Ucrania con Volodimir Zelensky, que resiste la última ofensiva rusa lanzada por Vladimir Putin desde el Kremlin.

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